Y
quien soy para evaluar a lo mundano, quien soy yo para poder imponer hábitos
intransigentes que envenenan al cuerpo, al alma. El entorno en el que vivimos
día tras día; nos identifica, nos moldea frente a la imagen de los demás
mortales, no somos más que clones, pero ¿Cómo lograr una diferencia?, para que
nos lleguen a mirar como locos en la tierra de los nadie, actuamos con
diferentes patrones que engañan la idea de lo diferente, al fin y al cabo
aprovechamos esos momentos de inferencia al máximo a tal punto que se nos vuelven
recalcitrantes, repetitivos, cíclicos y ya no queremos probar de ese fruto
dulce y a su vez amargo. Entonces, buscamos otro árbol para así poder
satisfacer nuestra sed de búsqueda de lo no clónico, ¿será así que aprovechamos
nuestro existir? , ¿Será que lo único que da sentido al estar roto, es la
inmensidad o lo precario de ser humano? Se lo pregunte a Dios, pero no obtuve
respuesta alguna, ¿pero acaso no vive entre nosotros?, sí claro, vive en los
bolsillos de las personas, y si lo que me han dicho es cierto, tiene muchos
colores, formas y texturas, un imaginario multifacético.
Una
vez iba pasando por un andén, y a mi derecha se encontraba una mujer de figura
esbelta, llevaba un vestido rojo tipo Chanel, con su sombrero y sus tacones
escarlatas; iba caminando decidida, segura, sus pisadas eran fuertes. Lo que no
pude entender era el hecho de que cuando intentaba mirar su rostro, solo podía
mirar su larga cabellera rubia que le llegaba hasta el coxis, creo que esa mujer
es producto de toda la basura que presencio en todos los momentos a los que
llaman días, en los escenarios que frecuento. Ya saben, gente hablando de sí
mismos, otros renegando de su propia suerte, individuos proclamando que se aman
sin siquiera sentir algo de violencia en su interior que los incite a vivir sin
reparos. Cada vez que veo lo que veo me pregunto: ¿si hay tanta gente en la
tierra, porque hay chicos que sacan al perro a dar una vuelta para evitar estar
solos?, no lo puedo entender, si lo que he oído, es que somos una red, un
sistema, una inter-conexión. Tal vez porque no podemos tener o al menos
entender a los otros un poco junto a la sutilidad; porque el producto de los
procesos engendrados por la Historia, solo nos invitan a comprar, a engañarnos,
a sentirnos muertos, putrefactos por el hecho de ser humanos.
Productos
del sentarse a ver a los demás.
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