En el nocturno sólo los salteadores
En el nocturno sólo aquellos saltadores, con tres centímetros de altura, cantan al amparo del tenue
lujo de artemisa. Una parasitaria melancolía se apropia del ser que con orgullo sacude la polvorienta
memoria que accede, ya con dificultad, a la antigua felicidad de otros cantos naturales bajo la luna
agraciada y desde antaño con la alegría de su sonrisa, en compañía.
Entre las cumbres
Entre las cumbres, allá por lo alto y también a las faldas de las cordilleras se encierran los pueblos
aislados, no abandonados, aquellos están cubiertos y bloqueados por una extraña magia, casi
inexplicablemente imperdonable e incomprensible de igual manera, donde una enorme paradoja se
alza sobre su realidad; en medio de su riqueza muchos sueños quedan inacabados o frustrados.
—Hijo, —Nos hemos quedado ciegos: una venda terciopelo cabrón y sangriento, tejido con hilos de
violencia, muerte, corrupción y secuestro ¡Nos ha hecho dormir ante el fasto dictamen de Ceres y
los bailes de Morfeo! Hemos sido ignorados por Tánatos. No acudas al calvario de un rosario de la
Virgen; ella protege a sus mercenarios.
Whisky de insomnio.
Si en el tiempo que llevo sentado en el rincón de esta sala me hubiesen mencionado la larga espera que
debía hacer tal vez podría haber invertido mi espera en el sueño inconcluso que dejé atrasado de
madrugada: espero que esa dulce amigota siga desnuda y apacible entre las sabanas de aquel absurdo
motel de rojas luces medianoche.
Preferiría haber gritado al haber abierto la puerta de este purgatorio, espantado por la sombra que
se produce con la llegada de la noche por la avenida octava que da hacia el canal de aguas, también,
transformada con la ira de vagabundos, misioneros de la senda del bazuco, productos de la
insatisfacción de necesidades ya abandonadas a los pies de una prostituta que golpea las puertas de
la iglesia para tomar partido en el cirio del cura que maltrata su naturaleza humana con los
desgarradores salmos de condena hacía estos vagabundos perdonados ya por la noche, ya por el
olor de sus dedos chamuscados con cada fantasía infinita que se prolongan de las tabacaleras colillas
azarosas de la carretera que llegan a sus pies. Sin embargo, con la respuesta del silencio llega la
apacible resignación a la espera de su existencia, incertidumbre, y en el reflejo de los vidrios
que separan esta horrible realidad congelada veo a aquella mujer de hermoso culo, un CULO como
sólo los dioses del olimpo pueden esculpirlo y como sólo yo lo deseo, de aquella mujer que horas
antes desveló mi vaso de whisky antes de partir a esta tortura. Ojalá pueda recibir ese viagra pronto.
Ojalá esta noche vuelva a estar entre mis sabanas esa endemoniada belleza. Por lo pronto, he perdido
un buen revolcón.
* Juan Rojas
Historiador UIS/ Bebedor y Fumador Empedernido